No. 40 diciembre de 2013

Mandela
Jesús Gualdrón
Nelson Mandela era ante todo un revolucionario. Un hombre que se guiaba por aquella convicción profundamente ética que resumió en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Paz, el 10 de diciembre de 1993: “Entendemos este llamado, de que dediquemos lo que nos queda de vida al servicio de nuestro país, para demostrar en la práctica que la condición normal de la existencia humana es la democracia, la justicia, la paz, el no racismo, el no sexismo, la prosperidad para todos, un medio ambiente sano y la igualdad y solidaridad entre la gente”.
Al logro de ese propósito había dedicado su vida desde sus días de estudiante, y continuó haciéndolo luego como abogado y como dirigente del Congreso Nacional Africano (CNA). Pero también en la resistencia armada contra el régimen de segregación racial, el apartheid, que condenaba a su pueblo a la miseria y la esclavitud: junto con Oliver Tambo, Mandela perteneció al grupo de luchadores sudafricanos que en 1961 fundó el brazo armado del CNA, La lanza de la nación.
El 12 de junio de 1964, Mandela fue condenado a cadena perpetua. Su crimen: persistir en esa resistencia; en palabras de sus jueces: “El crimen del que los acusados han sido declarados culpables […] el de conspiración, es en esencia un crimen de alta traición”. Esta cita puede leerse en su hermoso y conmovedor libro autobiográfico ...

Tabla de contenido

Régimen político y discurso
Conflicto y solución política
Batalla de ideas
Subversiones intelectuales
Nuestra América
Historia y memoria
Editorial