No. 48, septiembre de 2014
Acerca de un discurso engañoso
Jesús Gualdrón
El discurso que pronunció el presidente Santos el 24 de septiembre pasado en las Naciones Unidas aparentemente rebosa de optimismo en relación con la concreción de un acuerdo para el cese de la confrontación interna, llegando al punto de expresar su aspiración de que “el fin del conflicto sea la buena noticia que traiga el Presidente de Colombia en un año a esta asamblea” 1 , aunque para no exagerar y liberase de entrada de cualquier responsabilidad, advierte que “la paciencia del pueblo colombiano no es infinita”. Procede, entonces, a desplazar prácticamente toda la responsabilidad de lograr el objetivo de un acuerdo de paz al campo de las FARC-EP, como si estas constituyeran el obstáculo para avanzar en ese proceso: “Las guerrillas tendrán que decidir si optan por una paz honorable y duradera, o si reinciden en la guerra”.
Para dejar más clara la idea, enumera a continuación las medidas que constituyen el marco que el establecimiento colombiano ha creado y que, en su concepto, habría allanado ya el camino para que la guerrilla transite sin obstáculos hacia su desmovilización: en primer lugar, que “Colombia
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